miércoles, noviembre 15, 2006

Un Cuento De Farra

Y así transcurrían mis días, en la más completa sobriedad, rectitud y, por tanto, el más completo aburrimiento. Todos mis amigos me contaban de lo que habían hecho en las fiestas a las que iban, del alcohol que consumían o del cigarrillo que fumaban. Eres un amargado me decían, no, los amargados son ellos, me repetía cuando ya me encontraba solo, yo viviré hasta una edad avanzada y feliz pero ellos morirán de cirrosis o de cáncer de pulmón y desgraciados. Más, una noche, acostado en mi cama y en vísperas de la fecha de fundación de mi ciudad, se me presentó un espíritu. No, no estoy bromeando, un fantasma que hablóme así:
- Hola, Ufano, soy Quiquin, el espíritu de las chupas pasadas, y he venido a mostrarte de lo que te estás perdiendo.
- Pe... pero, yo, yo no voy a chupas ni farras, creo que te has equivocado, si no he tenido chupas ¿cómo diablos tendré pasadas?
- No, Ufano, eres tú a quién busco.
Y, tomándome de la mano, me llevó por incontables fiestas a las que debí ir y que no fuí por quedarme jugando sólo a la botella en casa. Al final del recorrido, empecé a sentirme un poco mal por toda la diversión que al parecer me perdía. Aun así, le dije al espíritu:
- He sentido algo, pero para ser sincero, mi posición no cambia.
- Bueno, me dijo él, esta noche aún no terminado.
Y desapareció dejando trás de sí un leve olor a Biela reserva especial (olor que recién ahora reconocí). No había transcurrido ni media hora cuando apareció un segundo espíritu. Éste se identificó como Bob, el espíritu de las chupas presentes, y me llevó a ver cómo mis amigos festejaban las fiestas de fundación. ¿Y dónde está Ufano?, decían las voces en aquellas fiestas, ahhh tú sabes lo aguafiestas que es él, nunca vendría. Debo ser sincero, me sentí un poco mal, estaba fallándole a mis amigos y me perdía de mucha diversión. Por mi negativa a asistir a tales reuniones, jamás había visto cómo eran en realidad. Todo lucía tan bien, el alcohol y el cigarrillo hacían que los participantes adquirieran de pronto una tez fresca y sonrosada. La felicidad bullía febrilmente, sentí muchos deseos de estar ahí. Aún así, conservando mi orgullo, le dije al espíritu:
- Esto no cambia nada, espíritu, ellos podrán lograrlo sin mí.
- La próxima visita te hará cambiar de opinión, me dijo y se marchó.
El último espíritu apareció a los pocos minutos pero no dijo nada. Pensé rápidamente que era el espíritu de las misas de réquiem, pero al ver que me llevaba hacia el futuro entendí que era el fantasma de las chupas venideras. Me acercó a una tumba en la que pude leer una descuidada inscripción que rezaba así "Aquí yace el soso Ufano, quién, aunque vivió aburridamente, tras ser atropellado por un fulano, murió muy cojudamente" ¡No! no puede ser, ese no soy yo, yo no puedo morir así, empecé a gritar llorando. El fantasma me miró de soslayo y con desprecio y desapareció. Me quedé deshecho y envuelto en sombras hasta que ví la luz del día entrando por la ventana. No, yo no puedo morir así, me dije nuevamente, y me prometí a mí mismo que chuparía y farrearía hasta el fin de mis días, cambiaré, seré un nuevo hombre. ¡Desde hoy y para siempre, la farra vivirá en mí!