miércoles, febrero 11, 2009

El Auto-Torturador

Costelo se depertó agitado a medianoche, dentro de su celda. Lo había conmocionado una pesadilla y, tal como suelen ser los sueños, no tenía la entera sensación de recordarla por completo. Hizo un esfuerzo supremo para retenerla por al menos unos minutos, pues sabía que se esfumaría dentro de poco, como siempre le ocurría con él, pues estaba seguro que era el mismo que había tenido desde que recordaba haber soñado por primera vez allá en su infancia. Se veía a sí mismo de niño siendo maltratado y, a pesar de que él no tenía ningún recuerdo de esa época, a veces pensaba que ese evento si hubiese sido real, podría haber sido el causante de su enfermedad ¿Pero, por qué aquella pesadilla tan evasiva había vuelto a aparecer luego de años de no hacerlo? ¿Qué le pudo haber producido tal malestar? pensó que quizás el hecho de que al día siguiente sería enviado a un viaje en el tiempo hacia una prisión del pasado, podría ser la razón de su ansiedad y, por tanto, de esta espantosa reaparición. Recorrió rápidamente su vida hasta ahora, durante muchos años raptó niños y los torturó por puro placer. Muchos de estos niños jamás sanaron de las heridas emocionales y físicas causadas. Las autoridades lo aprehendieron finalmente y en el juicio se decidió que debía ser encarcelado de por vida, y cómo las cárceles en esta época no podían soportar internos por demasiado tiempo, se lo enviaría a una cárcel del pasado, donde aún había capacidad para albergarlo, como se había hecho ya incontables veces. Terminó sus recuerdos sin ningún remordimiento, esa era simplemente su forma de ser, se decía a sí mismo. Casi volviéndose a dormir recordó que algo olvidaba. Despertó por la mañana y fue guiado hacia la máquina que lo desplazaría hacia la prisión en un tiempo en que las prisiones no estaban saturadas. Costelo, nuevamente sintió una leve sensación de recuerdo, pero ¿recuerdo de qué? la pesadilla aún estaba en su subconsciente, se dijo y, sacudiendo la cabeza, fue ajustado al aparato transportador. Luces se encendieron y sonidos resonaron en el momento en que todo se activó. Segundos o ¿quizás horas? después, se halló en medio de la calle desolada de una vecindad que creía le era familiar. Pero ese no era el lugar al que él debió haber ido, no veía la prisión por ningún lado, a decir verdad, no tenía ni siquiera las restricciones que le impusieron antes del viaje. Al parecer, un error lo había dejado libre pero en un tiempo que no era el suyo. ¿Qué hacer ahora? fue lo primero que pensó. En medio de cavilaciones fugaces alcanzó a divisar a lo lejos a un niño solitario, su naturaleza violenta le dio ideas y se sonrió hacia adentro. Caminó hacia él mientras un vago recuerdo se esfumaba en su cabeza.